La luz que entra por la ventana baña perfectamente su hermoso rostro
dormido. Aunque ahora esté apagado, puedo recordar cada gesto que hace saltar
mis emociones y genera esa explosión en mí. Con los dedos me permito recorrer
cada centímetro de esa cara. Sus ojos, que son como dos caramelos color miel
cuando despiertan. Sus pestañas enredadas en las que me gustaría descansar. Su
nariz ancha pero perfecta, de tronco curvo como el tobogán por donde caigo
cuando lo veo. Sus mejillas tan mullidas que se ponen rojas cuando quiere decir
algo importante. Y sus labios; sus labios carnosos y precisos, capaces de
curvarse en la más hermosa sonrisa y al mismo tiempo de irradiar tanto amor.
Esos labios que si algún día no saben más a nada, van a condenarme a la
amargura. Ojalá pudiese detener el tiempo,
congelar este momento y hacerlo eterno junto con lo que siento, que es tan tonto
que no sabe explicarse bien, y así guardarte, amor, para siempre en esos
recuerdos que me llenan por completo y me hacen quien soy. Aunque más feliz me
hace verte despertar y que sin una palabra, solo con esa mirada profunda, yo
entienda que vos y yo somos uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario